De esta forma, un tanto sarcástica, Juaristi trata de explicar la poca predisposición del vasco hacia la imagen realista, tanto en lo plástico como en lo poético, más predispuesto a formas menos figurativas como las que se dan en la artesanía. Y por eso, se comprendería que el despertar de la escultura vasca ocurra en el momento histórico en que se borran las fronteras entre artesanía y arte.
En el País Vasco se puede hablar de una tradición de herreros, carpinteros y de canteros, y con esa tradición artesana, se debe vincular el trabajo creativo de los nuevos escultores de los años 60 y 70: Jorge Oteiza y Eduardo Chillida.
Jorge Oteiza (1908-2003) era un escultor temperamental, solitario, molesto, y crítico.
Arista vacía. Oteiza.
Caja vacía. Oteiza.
Circulación en oblicuo con tres vacíos Malévich. Oteiza.
Construcción vacía, San Sebastián. Oteiza.
Maternidad, Itziar (Guipúzcoa). Oteiza.
Elogio al Fuego. Chillida.
Topos V. Chillida.
Elogio al horizonte, Gijón. Chillida.
Monumento a la tolerancia, Sevilla. Chillida.
Peine del Viento, San Sebastián. Chillida.
Sin duda, la escultura de Oteiza y Chillida tienen muchos puntos en común. Ambas comparten el interés por la tradición cultural vasca y que tratan de situarla en el contexto del arte contemporáneo. Pero por otro lado, no sólo sus personalidades fueron divergentes, sino que sus obras plantearon cuestiones conceptuales radicalmente distinta; aunque, es cierto que muchas de sus esculturas técnica y formalmente, se parecen.
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