La libertad guiando al pueblo
Eugene Delacroix (1798–1863) fue junto a Gericault el gran pintor romántico francés. Quizás el artista más emblemático del movimiento aparecido en el primer tercio del XIX. La influencia de su estilo se notará en el posterior impresionismo, sobre todo por su audacia y maestría en la utilización del color.
De buena familia, inicia en el París de principios del XIX sus estudios artísticos. El neoclasicismo, con su solemnidad y serenidad, era el modelo a seguir, pero Delacroix se sintió fascinado por las ruinas medievales, la libertad de la obra de Goya y los barrocos como Rubens, Velázquez o Rembrandt. Sintió que el arte no tenía porqué ser tan racional, y buscó la realidad tras las apariencias.
Sus viajes también fueron una influencia: el primero a Inglaterra, donde conoció al paisajista Constable, y donde descubre que técnica y color pueden provocar efectos psíquicos en el espectador; El segundo al norte de África, a Marruecos y Argelia, quedando deslumbrado por la luz y también el exotismo de sus gentes, con toda esa sensualidad y misterio.
En su obra se mezcla la fantasía, lo macabro y lo erótico. Delacroix valora más los sentimientos y emociones que los ideales, algo que junto a sus temáticas y el exotismo y misterio que desprenden muchos de sus cuadros lo convierten en el paradigma de pintor romántico, al menos en Francia, influyendo notablemente en todo el movimiento a nivel europeo e internacional.
La muerte de Sardanápalo.
Cristo en el mar de Galilea
La barca de Dante.
La matanza del león.
No hay comentarios:
Publicar un comentario