Una de las características más propias de la arquitectura modernista es el predominio de las individualidades, el sello personal de cada autor y aquí es donde situamos las obra de Víctor Horta y Antonio Gaudí.
El Grupo de los Veinte o el de la Libre Estética son algunos ejemplos, y su principal protagonista sería Henry van de Velde (1863- 1957), precursor del diseño industrial con sus formas antinaturalistas y su apuesta por objetos funcionales. Pero, sin duda, será VÍCTOR HORTA (1861-1947) quien consagre la arquitectura modernista en 1892, fecha en la que construye la casa Tassel en Bruselas. Levantada sobre una parcela poco propicia para la experimentación espacial, logra sin embargo una gran homogeneidad al evitar la separación mural de las distintas habitaciones gracias al uso generalizado de soportes de hierro que le permiten prescindir de los muros de carga y renovar completamente los interiores al prescindir del pasillo y las habitaciones en fila.
En la casa Tassel de Horta, destacan el vestíbulo octogonal que da paso a la caja de la escalera, presidida asimismo por una columna de hierro ampliada encima del capitel por una estructura lineal de aspecto vegetal. Estos juegos florales prosiguen en la barandilla, en las paredes y en el suelo, siguiendo los modelos ingleses.
Lo importante de Horta es que llevará a la tridimensionalidad los elementos ornamentales bidimensionales, sometiendo al hierro a estas formas vegetales, y todo ello sin renunciar a su uso racionalista. El hierro vuelve a aparecer en la fachada, combinado con la piedra y el vidrio en una composición ondulada. Curvaturas que se repetirán en numerosas obras, así como la utilización de cúpulas de cristal en vestíbulos y cajas de escalera. En la obra de Horta el modernismo muestra su lado más avanzado, aquel que asume el hierro como material al servicio de una idea racional de la arquitectura, al mismo tiempo que desarrolla sus posibilidades expresivas. La ornamentación, salvo excepciones como la Casa del Pueblo de Bruselas, será esencial, abandonando las referencias historicistas para centrarse en las formas de la naturaleza, vegetales en el caso de Horta.
Mientras en España, Cataluña se convertirá de los focos modernistas más importantes de Europa, con una importante nómina de arquitectos de primera fila, como Josep Puig i Cadafalch, quizá el más vinculado al historicismo goticista, Domènech i Montener, que en el Palau de la Música de Cataluña consigue uno de los espacios más impresionantes de todo el modernismo (las posibilidades estructurales del hierro le permiten crear un gran espacio diáfano iluminado cenitalmente por una vidriera abierta en el centro de la sala y en los muros laterales, acompañado todo ello por un conjunto ornamental entre lo exótico y lo local a base de mosaicos, vidrio y escultura), y por supuesto, la figura de ANTONIO GAUDÍ (1852-1926) quien representa la versión más singular de todo el modernismo europeo.
La producción de Gaudí será deudora en sus inicios del historicismo goticista (Casa Vicens, Colegio Teresiano o Palacio Episcopal de Astorga) que derivará, casi de de inmediato, hacia una arquitectura dominada por las formas geológicas y orgánicas, extremadamente expresionistas.
Su obra presenta un alto grado de experimentalismo, compatibilizando para ello los elementos más evolucionados, como la eliminación de los muros de carga sustituidos por estructuras de hierro que le permiten establecer una distribución en planta a base de formas geométricas irregulares o una fachada de piedra ondulante apoyada en un armazón de vigas y tirantes de hierro,por ejemplo en la casa Milá de Barcelona; con la recuperación de formas de construcción tradicionales, como la bóveda de ladrillo en el Palacio Güell; o la investigación de estructuras basadas en la observación de la naturaleza, como el arco catenario en especial, inspirado en la construcción de los panales; y también es deudora del utopismo fallido del Arts and Crafts, por ejemplo en la elaboración manual del trencadís (cerámica rota en mil pedazos y recompuesta) o la talla de los bloques pétreos de chimeneas, cajas de escalera y depósitos de agua en la Casa Milá, por ejemplo, que dejan sólo al alcance de las grandes fortunas burguesas sus propuestas y se sitúan en las antípodas de la producción industrial.
La trasposición de las formas y estructuras naturales a la arquitectura le permiten configurar espacios de enorme complejidad y organicidad, como los “celulares” de la Casa Milá o la gran cúpula de apariencia casi inmaterial que cierra el espacio central del Parque Güell.
Gaudí en la Casa Batlló, con una planta semejante a la Tassel de Horta, hace la distribución interior más ondulante, al utilizar líneas sinuosas como límites de las habitaciones. Tanto en ésta como en las demás obras, Gaudí diseñará todos y cada uno de los componentes interiores, buscando la unidad total de la obra; unidad que se completa en el exterior, al convertir las fachadas y la cubierta en auténticas piezas plásticas –las escultóricas chimeneas (Vicens, Güell, Milá); los tejados de formas orgánicas (el caparazón de un dragón en la Batlló); las formas óseas que sustituyen a las columnas en los balcones (Batlló, Milá), etc-.
Su trabajo culmina con la catedral de la Sagrada Familia, que había sido iniciado en 1882 bajo un proyecto neogótico convencional, Gaudí se hizo cargo del mismo en 1883. Su dedicación a partir de 1910 y hasta su muerte fue prácticamente exclusiva. A partir de una base goticista, Gaudí avanza hacia un organicismo extremo que convierte el edificio en un objeto casi visionario, lo que explica que fascinase tanto a los surrealistas.
Muy buen post me sirve mucho para lo que tengo que estudiar de Selectividad :)
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