Autorretrato (1972).
Francis Bacon (1909-1992) pintor británico de origen irlandés, de estilo figurativo, caracterizado por el empleo de la deformación pictórica y una gran ambigüedad formal
Sufrió una infancia difícil, debilitado por el asma, y los menosprecios de su padre que por su homosexualidad, le echó de casa. Considerado un pintor autodidacta, su técnica consistía en pintar directamente sobre los lienzos, no realizando ningún tipo de bocetos. Viajó por Europa y en París descubrió a Picasso, lo que le decidió a ser pintor, pero el éxito no le llegará hasta la década de los 40 con su obra: “Tres estudios sobre la Crucifixión”.
Tres estudios para figura en la base de una crucifixión (1944).
Óleo y pastel sobre tablero conglomerado (tríptico).
Enemigo de etiquetas, paso por el Informalismo, el Surrealismo y el Expresionismo. Sus cuadros son racionalistas basados en una pintura expresionista muy dificil de encasillar, que no pertenece a ninguna escuela claramente. Él decía que seguía una corriente post-picassiana, y en realidad se mueve entre la figuración y la abstracción, plasmando en su pintura la terrible angustia que el hombre vive al acabar la Segunda Guerra Mundial.
Su temática versa sobre el hombre, deforme y encerrado, en arquitecturas lineales que recrean espacios o en grandes fondos casi planos. Bacon expresa el drama del hombre liberándolo de toda anécdota accesoria, pintándole sin sutilezas que lo atenúen y sometiéndole a deformaciones hasta un nivel no conocido con anterioridad en la historia del arte. Ya sea en sus retratos, como en sus autorretratos, los cuerpos aparecen mutilados o atrofiados. Representa a seres en movimiento, preferentemente hombres, encerrados en espacios angustiosos y en habitaciones oscuras con fuerte carga emocional. La vida, la sexualidad, la carne putrefacta (como símbolo del ciclo de la vida), el sufrimiento, la muerte (sobre todo a partir del suicidio de su pareja en 1972), son constantes, obsesivas. Las escenas son opresivas, viciosas y a la vez dolorosamente
verdaderas.
Tres estudios de Lucian Freud (1969).
Su lenguaje artístico, inicialmente se inicia bajo la influencia del surrealismo, aunque observará distintas tendencias a lo largo de su vida. No formará grupo con nadie y el mismo se definía como “huérfano en el arte”. Sin abandonar la exploración de aspectos irracionales, su expresionismo figurativo es agresivo y golpea en nuestra mente para hablarnos de aspectos escondidos de nosotros mismos. Rostros y cuerpos transformados por tensiones insuperables se agitan en una habitación vacía donde cuelga una bombilla, o, agazapados, indolentes, permanecen tumbados cual carne amorfa. La anatomía, voluble y elástica, toma actitudes confusas y de un torso desnudo brota la sangre. Miembros descuartizados, carnes corrompidas, bocas dislocadas y cuerpos convulsos; seres deformes y atormentados que reflejan su pesimista visión de lo que intuye como implacable futuro que espera al hombre.
Niño paralítico andando a gatas (1961)
Técnicamente Bacon, no sigue ningún procedimiento tradicional y mezclaba óleo y temple, con cera o pastel sobre lienzo o madera conglomerada. En una entrevista contaba lo siguiente acerca de su técnica pictórica: “No dibujo, empiezo haciendo todo tipo de manchas. Espero lo que llamo “el accidente”, la mancha desde la cual saldrá el cuadro. Por eso, no hace bocetos previos, se basa en una aparente improvisación. Y utiliza la fotografía como recurso de trabajo, para ello extrae de los periódicos fotografías de catástrofes y como modelos de sus retratos le es suficiente con instantáneas de un foto-matón.
En memoria de George Dyer, óleo y transferencia seca sobre lienzo (1971)
En cuanto al formato, en su obra recurre a todo tipo de formatos, tamaños y materiales, sus grandes obras las prefiere en óleo sobre lienzo y, si es posible, utilizando trípticos. Los grandes trípticos ya había aparecido desde 1944, pero desde los años 60 ganan protagonismo. El tríptico es el formato ideal para conseguir movimiento, pues obliga al espectador a rebotar la vista en cada imagen. Utiliza, además, el tríptico para romper con una composición coherente o unitaria y para que lo primero nos llegue sean imágenes desde distintos puntos de vista que golpeen nuestro subconsciente antes de que podamos racionalizar y entender lo que vemos.
Tres estudios de George Dyer, óleo sobre lienzo (1969)
En el uso del color Bacon, desde los años 60, se convierte un maestro, experimentando con todas las tonalidades que puede conseguir un artista. No se queda con ningún color en exclusiva: rojos, naranjas, amarillos, verdes, azules, violetas… Los fondos uniformes de un colorido fuerte y unitario sirven para proyectar sus figuras.
Compositivamente los cuadros Bacon contrapone estructuras opuestas; a lo riguroso contrapone lo deforme. Sus visiones se sitúan en un espacio geométrico y abstracto mediante el que consigue una sensación de dinamismo. El movimiento fluye por entre los planos extrañamente superpuestos, y elipses cuboides, círculos o flechas acentúan un detalle preciso. Los fondos compactos dan coherencia a un conjunto que se convierte en algo unitario. Un color intenso y puro desgarra el lienzo. Sus figuras habitan en unas “jaulas” abstractas en las que palpita un cuerpo abandonado a su propio destino. Son habitaciones impersonales en las que el hombre, desolado, vive una soledad intolerable.
Retrato de Henrietta Moraes (1963).
Influencias. Bacon admiró a pintores contemporáneos como Picasso, Cezanne o Van Gogh, pero también a los grandes maestros como Velázquez, Zurbarán, Goya, Rembrandt o Ingres y tenía muy presente la mitología griega. En su estudio se hacía rodear de láminas y fotografías de la historia del arte que más le impresionaban. Por esta actitud hacia la pintura del pasado y el mundo clásico, era un pintor contracorriente en la posguerra, donde la abstracción dominaba el panorama artístico. La forma más profunda en que podía plasmar su admiración hacia ellos era versionar las obras emblemáticas de estos pintores.
Bacon admiraba profundamente los retratos de Diego Velázquez. Le obsesionaba especialmente el Retrato del Papa Inocencio X al que regresará una y otra vez versionándolo (hasta 53 retratos) durante las décadas de los años 50 y 60.
El Papa grita -estudio del retrato de Inocencio X de Velázquez- (1953).
Le atraían tanto los aspectos técnicos del color lujoso y el virtuosismo en el tratamiento de la tela y la carne, como la maestría de Velázquez para capturar la personalidad del retratado. Bacon orientó la obra siempre a hacer salir del Papa otras sensaciones que veía palpitar en el cuadro como la agonía, la amenaza y el aislamiento. No se trata de una relación puramente formal sino de un proyecto de descomposición que actúa como si fuese una radiografía del cuadro original.
Estudio de Inocencio X (1962).
De Rembrandt, otro gran retratista, toma el uso audaz de la luz y de las sombras (claroscuro) sobre fondos vacíos. Debe también al maestro holandés su serialización de autorretratos de sí mismo y de sus seres cercanos. En Bacon hay algo de la violencia y de la angustia que reflejan las figuras de Goya: de los “desastres”, de los cuadros de la Guerra de la Independencia, de las “pinturas negras” y de los retratos.
Painting (Pintura), 1946.
Figura mentirosa (1969)
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