lunes, 23 de septiembre de 2019

Caspar David Friedrich

Hermanos contemplando el amanecer

Caspar David Friedrich (1774 – 1840) nació en Greifswald (Pommern), frecuentó la Academia Real de Arte de Copenhaguen y en 1798, se mudó a Dresde y, al año siguiente, formó parte de la exposición de la Academia. 

En 1810, se volvió miembro de la Academia de Berlin y, en 1816, de la Academia de Dresde. Durante los años siguientes, a partir de 1820, el Zar Nicolás I le encargó trabajos, justo antes de que el artista se enfermase y se viese obligado a renunciar a la pintura en 1835.

Friedrich murió el 7 de mayo de 1840 en Dresde y fue rápidamente olvidado. El interés hacia sus obras volvería a principios del siglo XX.

Fue uno de los pintores más importantes del romanticismo alemán. Su obra rompe con la serenidad del neoclasicismo del S. XVIII en el que el hombre era la medida de todas las cosas. Friedrich, en cambio, presenta al ser humano empequeñecido ante la inmensidad de la naturaleza: las figuras se pierden en el paisaje.

Y el paisaje, a su vez, se torna un símbolo de la creación divina en la cual el hombre no tiene más que un papel de espectador. Por eso, suele pintar a sus personajes de espaldas, en actitud contemplativa. Y los espectadores de sus cuadros acompañamos a los espectadores en sus cuadros, asomándonos al mundo que Friedrich crea.

“El artista debe pintar no sólo lo que ve delante de él sino también lo que ve dentro de él” – escribió Friedrich. 


Así, sus cuadros no son una sencilla imitación de paisajes naturales, sino que Friedrich construye “paisajes mentales” que son también símbolos de sus sentimientos: colores alegres y figuras femeninas en la época de su boda, cruces, búhos y otros símbolos funerarios al final de su vida y, sobre todo, sentimientos de melancolía y soledad en toda su obra...


El caminante sobre el mar de nubes.

Mujer en la ventana 


Luna saliente en el mar

Monje al borde del mar
























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